En 1440

Abrir una ventana. A veces es un acto, que por muy sencillo y habitual que sea, puede convertirse en una experiencia sorprendente.

Un dia cualquiera, con la ropa húmeda en la mano, oliendo a suavizante jabón de marsella que con imaginación nos trae a la mente pequeños mercados de Massilia, un día...se nos ocurre abrir la ventana.

Dejar que el aire azote los algonodes y telas sintéticas de la ropa tendida. Que inunde de frescor cada milímetro cúbico del hogar que pasó la noche aguantando la respiración con el útimo aliento de aire de la tarde anterior. Dejar que la suave brisa nos traiga aromas a pan recién hecho y a café. Dejar que entren los ruidos de la vida en la ciudad con ese ritmo tan frenético a veces, con esa simpatía que puedes encontrarte a veces tan expontanea.

Las prisas del niño que llega tarde al colegio y que deja tras de si un sonido de pasos a la carrera y golpeteo de la mochila en su espalda producto de los pequeños saltos que la carrera provoca.

Cestas de mimbre llenas de verdura en unas manos ya muy desgastadas por los años y que rebosan experiencia en cada arruga, en cada cayo.

Carros de la compra de ruedas rechinantes y el apio asomando por el borde.

Bicicletas con el pan en su cestín y timbres que evocan antiguos teléfonos.

Decenas de tenderos en las puertas esperando la entrada de clientes que lleguen a por unas legumbres, quizá algo de fruta, algún vino para esa ocasión especial para esa persona especial.

Una guitarra, una canción, una voz y el sonido de una moneda arrojada al interior de una equeña y antigua lata ya vacía y oxidada por el tiempo.

Un mimo, una princesa, un superheroe, un circo de una sola persona rodeada de decenas de trasnseuntes sonrientes por un gran espectaculo callejero.

Cientos de historias más.

Un día cualquiera, decides asomarte por tu ventana. Un día cualquiera decides fijarte más en la vida que en un televisor, un teléfono móvil, que en un ordenador, una red social.

Es increible, si te fijas, lo que puedes vivir y ver en 1440 minutos.

VIVE!